Niño Becerra: ¿Son fiables las agencias de rating?
Las agencias de calificación no han sido todo lo escrupulosas e imparciales que debían haber sido al elaborar sus dictámenes y estudios. Lo dice un estudio publicado y difundido por el BCE pero del que el Banco del euro no se responsabiliza.
Resulta que desde 1990, que es cuando el estudio inicia su andadura, las agencias han estado favoreciendo con sus calificaciones más guays a las entidades financieras más potentes, a las que más utilizaban sus servicios, y a las que les proporcionaban más negocio posterior, es decir, más clientes para calificar activos emitidos por estos clientes. En ningún momento se habla de fraude, pero el informe, pienso, consigue su objetivo: sembrar aún más dudas sobre la honorabilidad del trabajo de dichas agencias, posiblemente las del paquete de dudas definitivo. ¿Por qué?.
Este tema ya lo hemos abordado, y, nuevamente pienso que lo único que pone de manifiesto es la hipocresía que envuelve todas las relaciones socio-económico-políticas de nuestro sistema: dijiste lo que dijiste cuando lo dijiste porque convenía, pero ahora ya no es conveniente que lo digas, aunque puedes seguir diciéndolo durante un tiempo.
El megaboom en el que ha estado inmersa la economía planetaria (unos sitios más que otros, ya) desde 1995 y que empezó a declinar en el 2007 para quedar muerto en el 2010 fue, en una muy gran medida posible gracias al papel desempeñado por las agencias de calificación. Quienes emitían activos necesitaban que tales activos tuvieran una supercalificación, y al igual que lo necesitaban quienes los compraban para negociar con ellos. Si la valoración del activo era técnicamente perfecta e impoluta o era susceptible de mejora, pura y simplemente dejaba de importar porque la pureza de tal activo quedaba reflejada en sus volúmenes de negociación, en las cotas que tal cotización alcanzaba, y en las comisiones que alcanzaban los negocios que con esos activos se realizaban.
Ahora este informe puede decir que las agencias fueron demonios que engañaron a todo el planeta, pero lo cierto es que si esas agencias no hubieran hecho lo que hicieron no se hubiese crecido lo que se creció ya que su tarea permitió financiaciones que de otra manera hubiesen sido imposibles. Y no, no piensen sólo en superbancos y en inmuebles de revista de arquitectura, piensen en pymes y en rostros sonrientes conduciendo cochazos: ambas, indirectamente, también se beneficiaban de esas supercalificaciones.
Todas esas acciones y procederes ahora calificados de irregularidades tuvieron lugar porque se permitió que sucedieran, porque superfondos de inversión, megabancos y superEstados bendijeron esas acciones y esos procedimientos porque en el manual para el crecimiento del modelo esas acciones y esos procedimientos estaban en el último capítulo, es decir, ya no había nada más seguir creciendo. Evidentemente, cuando el recorrido de esas herramientas se ha agotado, se acabó, y con ese se acabó ha llegado esta crisis, sistémica.
¿Qué tiene de especial este informe?, pues que está bendecido por el BCE. ¿La lectura que hago de sus conclusiones?, pues que, ahora ya sí, las agencias de calificación tal y como las hemos conocido han dejado de ser necesarias, útiles, convenientes, porque el papel que desempeñaban ya no es necesario.
Nadie las va a borrar del mapa de un plumazo porque ese tipo de violencia a esos niveles no se lleva, pero desde ya (desde hace ya unos años) su rol y su importancia irá declinando hasta que sólo sean un recuerdo de lo que fueron. Nacerán otras vías de calificación, técnicas, frías, impersonales; las cosas se valorarán de otra manera porque se atenderá a otros parámetros; y, sobre todo, estarán adaptadas a unas nuevas necesidades entre las que la especulación no figurará; y no porque los inversores se hayan vuelto unos santos, sino porque la especulación habrá dejado de ser necesaria.
¿No desapareció formalmente la esclavitud cuando dejó de ser necesaria?, pues con las agencias de calificación lo mismo.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull. La carta de la bolsa