Niño Becerra: ¿quien tiene la culpa?
Dicen, cuentan, aseguran, … se lanzan proclamas y se escriben epitafios que tal contradigan lo que ayer se dijo o rectifiquen lo que mañana se dirá.
Dicen que España está llevando a cabo una ‘devaluación interna’. De entrada no es totalmente cierto porque si fuese así el IPC no aumentaría. Pienso que lo que se está haciendo en España (y en otros lugares) es una ‘deconstrucción estructural’; una deconstrucción, si, parecida a las que hace Ferran Adrià con los pimientos y el bacalao pero con activos financieros y no financieros. ¿En qué se convierte el factor trabajo en tal proceso deconstructivo?, pues en ‘humus de caramelo con tenues esencias de albahaca silvestre’.
‘¡Ponga un culpable en su vida!. Se sentirá mejor’. Suena a receta de libro de autoayuda de esos que se compran en los aeropuertos y estaciones, y es que eso es. Cuando en el 2007 se produjo la explosión que ha barrido todo lo que hasta ahora barrido ha sido (y queda más por barrer), fue una liberación el poder echar la culpa a ‘los bancos’ (por alguna extraña razón a ‘las cajas’ se les metió en ese mismo saco). ‘¡La culpa es de los putos bancos!’. Quien gritaba la frase unas cuantas veces aseguraba que se sentía mejor. Lo que sucede es que todo se acaba y esa frase ya ha agotado su recorrido.
Pero el Sr. Ministro de Economía del reino ha encontrado sustituto: las decisiones de la Comisión Europea. ‘¡La culpa la tiene la mierda de Bruselas!’ podrán gritar hasta quedarse afónicos aquellos miles de personas que vayan a ser despedidas como consecuencia de las ‘ayudas’ europeas que recibirán los bancos que las precisen. (Claro que al día siguiente el Sr. Joaquín Almunia, desde Bruselas, dijo la suya: ya hablamos del tema).
‘Humos de caramelo’, exacto. Vamos a vez. Imaginen un país que en los últimos cinco años ha visto caer su PIB el 20% y que tiene todos los números para que, en el 2014, su deuda pública alcance el 200% de su PIB. Ahora imaginen que alguien dice que como ese país no puede pagar lo que debe la única solución para que esa deuda baje es hacer una quita de tal deuda y que la respuesta de los acreedores es: ‘¡Y un jamón!’. Y también imaginen que quien dice lo de la quita y los acreedores llegan a un acuerdo: dar más tiempo a ese país para que pague. Y todos se ponen muy contentos, firman los correspondientes papeles y se fuman un habano, por ejemplo un Upmann. Bien, pues ese país existe: se llama Grecia. ¿Vuelve, Kafka, vuelve!.
Vayamos más allá de lo anecdótico: ¿a quién le extraña que el próximo Gobernador del BoE sea un canadiense?. LA respuesta tiene que ser a la pregunta: ¿Dónde estuvo trabajando ese señor trece años de su vida profesional?. Que sea canadiense es la anécdota: ¿no es Canadá miembro de la Commonwealth?. Lo fundamental es que Mr. Carney es uno de los nudos de la red organizativa que desde hace años se está creando para administrar el escenario postcrisis. De hecho, en el fondo, lo menos importante es el cargo que va a tener, sino lo que va a desempeñar. (¿Alguna vez se sabrá porqué no prosperó la oferta de compra de Barclays a Lehman?).
Paradores de Turismo: ERE al canto. La razón: la ocupación ha caído del 70% en el 2007 al 52% en el 2012. Veamos: ¿es suficiente motivo?. Los paradores nacieron en 1926 y su filosofía fue la promoción de zonas deprimidas o de difícil crecimiento, por lo que, sobre todo durante el franquismo, sus costes de explotación pasaron a segundo término en línea con la filosofía entonces imperante. La pregunta, ahora, es: ¿ya no precisan tales zonas promoción?. Si repasan la lista actual de Paradores verán que hoy muchos de ellos, según la filosofía que los impulsó, continuarían siendo necesarios ofreciendo todo lo que ofrecían, pero, por un lado existe un exceso de capacidad hotelera instalada y, por otro, no hay fondos suficientes para atender a todo, por lo que se aplica la lógica; y los Paradores deben reducir sus efectivos esperando que todo se quede ahí.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull. La carta de la bolsa