Niño Becerra: No hay que subir impuestos
Primera idea / punto programático / receta: No hay que subir impuestos, nunca, jamás, ni a los ricos ni a nadie, en todo caso, pulir esas superdeducciones fiscales y esos regímenes espaciales que existen en algunos países.
¿Por qué?, pues porque subir impuestos supone drenar rentas, aumentar costes de producción (sobre todo en economías poco competitivas), y que esté dando vueltas por la economía más masa monetaria que crea tensiones o puede crear tensiones inflacionarias (tiene que ver con la velocidad de circulación del dinero, pero no sólo). Pero sobre todo porque al disponer de más dinero Estados y Administraciones Regionales, la tendencia será a gastar más, lo que es pecado mortal.
Segunda idea / punto programático / receta: Los ajustes deben hacerse por la vía de reducir, recortar, podar gastos: “un diseño adecuado de la consolidación fiscal, basado más en recortes de gastos en lugar de en subidas de impuestos”. ¿Por qué?, pues porque gastar menos supone ser más eficiente debido a que como no se disponen de más fondos se ha de ser productivo con los recursos de que se dispone e imaginativo con las herramientas que se utilicen. Que eso supondrá inevitablemente un retroceso en el modelo de protección social, pues sí, pero mala suerte para quienes les toque; y ello es conocido: “Somos muy conscientes de la situación en la que se encuentran actualmente muchos estados miembros de la eurozona”, pero es lo que hay: poco y no va a haber más.
Tercera idea / punto programático / receta: Ya veremos cómo lo tratamos, pero, de entrada y por principio, las deudas se han de pagar: “La consolidación fiscal, especialmente en los países con un alto nivel de deuda, es inevitable”. ¿Por qué?, pues porque no pagar una deuda implica que el acreedor va a tener problemas tremendos (lo que le pase al deudor da igual, de hecho ya estaba desahuciado por todo lo que debía, lo que suponía que nadie la prestaba ya nada o sí pero a un precio galáctico; pero el acreedores otra cosa porque está básicamente sano (o nos lo queremos creer porque conviene creerlo) y si no le pagan se irá al garete. O sea que las deudas hay que pagarlas y si eso supone hambre y miseria para el deudor, pues mala pata para él. De hecho eso ya pasó en los 80s y 90s con Latinoamérica y con África.
Cuarta idea / punto programático / receta: Los consumos internos (de todo, y aquí también metemos los bienes de capital) de las economías problematizadas: los PIIGS, pero no sólo (mucho ojo con los PECOS) están para el arrastre y así van seguir durante ni-se-sabe, o sea que hay que pensar en exportar, exportar y exportar. ¿Por qué?, pues porque “Así habrá al menos un componente del PIB que no se reduzca, porque el consumo y la inversión bajan a corto plazo. De esta manera por lo menos se verán mejoras en la cuenta corriente”. Ya, ya: lo que vende el país A al país B para A son exportaciones, pero ha de ser consumo en B, y si en B la capacidad de consumo baja, malamente podrá A exportar a B; pero si el presidente del BCE (y muchos otros) insiste en eso es porque, pienso, se esperan derrumbes antológicos en los consumos internos, por lo que si se exporta se puede elegir (en teoría, claro) mercado, mientras el mercado interior es el que es. Exportar, exportar y exportar, y para eso ganar competitividad. Si es a base de aumentar la productividad vía inversión, genial; si es hundiendo las condiciones de trabajo, de renta así como los impuestos hasta el sexto sótano, pues vale.
Quinta idea / punto programático / receta: la exactitud en las cuentas y la justificación de cada céntimo que se gaste en el ámbito público es megaesencial. ¿Por qué?, pues porque será señal de que no se despilfarra: “El detalle es crucial, porque para tranquilizar a los mercados los planes deben ser creíbles y para ello tiene que haber detalles”. Exactitud y justificación de un gasto reducido y en reducción en un entorno de impuestos a la baja, evidentemente, a fin de alcanzar y mantenerse en lo ya firmado: un déficit estructural del -0,5% en el 2020.
Muy, muy importantes las palabras de Mr. Draghi porque mucho de lo que en ellas se dice ya es Nuevo Modelo. Fíjense en que puede sonar a capitalismo manchesteriano, pero va mucho más allá porque en 1825 se suponía, se daba por supuesto, que los recursos eran ilimitados y ahora se sabe, se tiene la certeza, de que no es así, por lo que las podas y machetazos no van a ser para que gane más una cochina burguesía explotadora sino para administrar exquisitamente unos recursos cada vez más escasos, a ver si duran mientras se descubren otras cosas.
Además, los Estados y entes públicos cada vez van a tener menos, por lo que ‘los mercados’ -las corporaciones- deben saber que eso menos se estira hasta donde sea preciso; a la vez que se va preparando un medio para que esas corporaciones operen sin tensión: antes decíamos que si el país A vende al B, exporta, y bla, bla; pero si la planta de Unilever, o de General Electric, o de Nestlé, o de Ford, o de Siemens, o de Shell, o de … sita en A transfiere a su distribuidora de B para su comercialización un elaborado, en el fondo, fondo, ¿de qué exportaciones estamos hablando?.
Y sí, la gente, el pueblo, la ciudadanía va retroceder en su estándar de vida porque ya no es interesante / lucrativo / conveniente / consecuente / preciso, que sigan con el bienestar que tenían; pero eso no es extraño porque los de abajo siempre son los que pagan el pato. Siempre ha sido así y cada vez se reconoce más abiertamente. ¿Es una putada y no se está de acuerdo?, pues habrá que montar una revolución. El problema es que eso ya no está de moda (y a quienes se les ocurra les van a dar guantazos hasta en el carnet de identidad).
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull. La carta de la bolsa