Niño Becerra: La clave es la deuda
Lo sucedido en Italia entre el Martes 14 y el Jueves 16 de Agosto ejemplifica a las mil maravillas qué es lo que está sucediendo hoy, de momento, en Europa. El Primer Ministro italiano dijo que estaba en estudio una posible reducción del impuesto sobre la renta y al día siguiente la prima de riesgo italiana aumentó.
Decía que ejemplifica perfectamente lo que está sucediendo porque la referida reacción ha sido justo la contraria a la que habría tenido lugar diez o quince años atrás.
Entonces, una reducción de impuestos hubiese sido vitoreada por la inversión internacional (entonces se denominaba así a ‘los mercados’), debido a que una disminución de impuestos (y más directos) significaba menos Estado al suponer una caída del gasto público, a la vez que tal disminución implicaba más dinero en los bolsillos de la ciudadanía, más consumo y más beneficios con el consiguiente aumento de las cotizaciones bursátiles.
Hoy eso no es así. Hoy los mercados ven que una rebaja de impuestos supone una caída en la recaudación y menos dinero para asegurar el pago de los intereses de la deuda, a la vez que menos dinero para afrontar un gasto público que ya se ha reducido por exigencia de esos mismos mercados; pero a la vez implica una menor posibilidad de crecimiento, lo que supone una mayor caída de la recaudación.
Claro, claro, hace diez o quince años, ni aquí ni en ninguna parte, ni la deuda pública ni la privada ascendían a lo que hoy ascienden. El problema de un país, área económica, región o ayuntamiento empieza cuando debe y los mercados llegan a la conclusión de que cada vez le va a costar más pagar eso que debe, por lo que empiezan unas crecientes exigencias por parte de esos acreedores para asegurarse de que van a ir cobrando unos intereses que van a ser crecientes debido a que la misma desconfianza hace que el precio de la deuda vaya aumentando.
Por eso, cuando el Dr. Mario Monti dijo que de bajar el impuesto sobre la renta, nada de nada, la prima de riesgo descendió. Europa, el mundo, ha llegado a una situación que en muchos detalles no es nueva. Pasó en Latinoamérica en los 80 y 90. Da igual que la deuda pueda pagarse o no; lo verdaderamente importante son dos cosas. Una es que jamás se diga que no puede pagarse aunque no pueda pagarse; la otra que vayan pagándose puntualmente los intereses.
Decir que no puede pagarse lo que se debe supone romper la baraja: la deuda es impagable, pero si no se dice nadie pone pegas a la refinanciación cuando llegan los vencimientos, lo que hace que la factura por intereses aumente, aumentando el negocio para los acreedores, es decir, para los mercados. Llegados a ese punto la deuda se convierte en el jabón o el papel higiénico vendido a coste a fin de obtener pasta, una pasta que, convenientemente invertida, generará los verdaderos beneficios a quien vende esos bienes.
Ya: la lógica aplastante: si la deuda es tan terriblemente terrible, ¿por qué se ha caído en sus garras posibilitando un círculo infernal de empobrecimiento y miseria?; pues porque si no se hubiese puesto en marcha tal dinámica no se hubiese crecido o se hubiese crecido muy, muy poco, y el mundo no hubiese ido ni remotamente lo bien que ha ido, ya que, o se crecía así o no se hubiese crecido porque a principios de los 90 las cosas ya eran totalmente diferentes a cómo eran a principios de los 50 que es cuando se puso en marcha este modelo que ya está casi muerto.
Y por eso insisto de nuevo en que mientras no se entre en el tema de esa deuda que no se puede pagar va ser imposible salir de donde se está. Se irán haciendo inventos que tan sólo serán parches que irán dilatando una agonía sin posibilidad de curación, pero nada se podrá resolver porque lo poco que se crezca -si es que algo se crece- será para pagar los intereses crecientes de esa deuda impagable, por lo que los mercados forzarán un crecimiento que sólo sirve para asegurarles que ellos van a cobrar, a la vez que forzarán más reducciones de gasto para cerrar agujeros por los que pueda escaparse ese poco que se crezca. Un magro crecimiento, por cierto, obtenido a través de buscar un imposible retorno a una casilla de salida que ya no existe.
En el 29 sucedieron cosas muy parecidas, por lo que tranquilos: se acabara saliendo.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.– La carta de la bolsa