Niño Becerra: ¿Austeridad?
El concepto está muy, muy de moda. ¿Qué es la austeridad?. Define la RAE: “Cualidad de austero”. (En la segunda acepción dice: “Mortificación de los sentidos y pasiones”. Dejemos esa deriva). Y de ‘austero’ da cuatro acepciones de las que, pienso, la que cuadraría en este caso sería: “Sobrio, morigerado, sencillo, sin ninguna clase de alardes”.
Austeridad es vivir con lo que se tiene; gastar lo que se dispone; no pedir lo que se sabe no se va a poder devolver. Hoy no es posible otra vía porque ha desaparecido -desapareció hace años- la capacidad de continuar haciendo lo que se hizo debido a que al agotamiento de la capacidad de endeudamiento ocurrido haca bastante se añade una deuda a pagar que, en innumerables casos, es impagable. ¿Qué queda, por tanto?, pues lo sobrio, lo morigerado, lo sencillo, y vivir sin ninguna clase de alardes.
Hoy, ahora, la realidad está mostrando la progresiva parálisis de diversos fragmentos de la actividad económica que se traduce en cierre de empresas, aumento en el desempleo del factor trabajo, y caídas de la recaudación fiscal, lo que supone recortes del gasto público, crecimientos de la deuda pública, y reducciones muy lentas de la privada. Y, sobrevolando este escenario, un desánimo generalizado, una completa falta de expectativas, y un silencioso rechazo de lo establecido. Ya: en unos sitios más que en otros, pero en todos: recuerden: el 25% de la población de Berlín precisa de la ayuda social para sobrevivir y siete millones de personas -que no cuentan como paradas- malviven con una limosna que el Estado alemán aún puede dar.
Y ante ese panorama quienes deciden lo que hay que decidir dicen: ‘hay que reducir la austeridad’.
Pienso que el problema no es la austeridad ni la solución está en reducir la austeridad. El problema estriba en que ya no es posible volver a funcionar como antes se funcionó, y la solución radica en un conjunto de medidas muy, muy distintas a las antiguas entre las que se cuenta … ser austero.
Veamos. ¿Realmente se desea reducir la tasa de desempleo en España?, pienso que tan sólo hay dos posibilidades: o se vuelven a construir 800.000 viviendas al año y se retorna a la capacidad de endeudamiento que empresas y familias tenían en el 2005, o desciende la población activa. (Evidentemente existe una tercera vía: encontrar una actividad que tenga los mismos efectos sobre la Economía que construir 800.000 viviendas al año). Sigamos. ¿Verdaderamente se quiere que los ingresos fiscales en España vuelvan a aumentar el 16% que han caído desde el 2007 sin subir los tipos impositivos?, pues lo mismo que antes. Más. ¿Se desea de verdad que la Seguridad Social abandone el déficit que la está ahogando?, hay que hacer lo ya dicho. En definitiva. ¿Se busca que el PIB crezca a, como mínimo, un 2,5%?, no queda otro remedio que hacer lo indicado. Bien, puede que diga alguien: ‘¡Pues, hágase!. Ya, lo que sucede es que es imposible. Im-po-si-ble. Simplemente hay que volver a leer lo anterior. Lo que significa que ya no va a haber café para todos; en ninguna parte.
¿Cuál es el camino?. Lo primero realizar un análisis de la eficiencia del gasto: al céntimo. Repartir muy bien lo escaso, lo perentorio, lo ineludible, lo urgente, con criterio exquisito. Y ser sobrio, morigerado, sencillo, y vivir sin ninguna clase de alardes; es decir, ser austero. Argüir otra cosa, sugerir otro camino, pienso que no es más que la patada delante de siempre para ganar dos meses más al tiempo. Y cambiar tiempo por reformas es hacer tragar un jarabe amargo añadiendo un poco de azúcar: lo que quedará es el jarabe, no el azúcar.
Y si lo quieren llamar de otra manera, pues vale.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull. Lacartadelabolsa