N. Becerra: ¿Qué vida le quedan a las pensiones?
Pensiones. Vamos a ver si de una vez por todas queda claro. El sistema de pensiones que hemos conocido, que aún conocemos es insostenible porque no se dan -ni van a darse nunca más- los parámetros que se consideraron básicos cuando el sistema se puso en marcha tras la II GM: ni se dan si van a volver a darse: jamás, en ninguna parte.
Crecimiento económico continuado, pleno empleo del factor trabajo, recaudaciones crecientes, esperanza de vida de 65 años, no más de cinco años se esperanza de vida tras la jubilación. Eso aseguraba, por un lado ingresos en aumento para las pensiones y gastos aquilatados. Lo dicho, no se está dando ni va a volver a darse.
La seguridad social, las pensiones tienen, en consecuencia, un problema de ingresos: tienden a la baja porque la demanda de trabajo tiende a la baja debido a que es decreciente la necesidad de factor trabajo, pero, además, tienden a la baja porque el salario medio, por lo anterior, tiende, también, a la baja. Y las cotizaciones de emprendedores, autónomos y autoempleados no están compensando -ni van a compensar- la caída de ingresos. ¿Por qué todo esto?, pues porque la generación de PIB va a estar cada vez menos vinculada al factor trabajo masivo y porque cada vez el aumento del PIB -el crecimiento- va a ser más bajo debido a la necesidad de eficientizar el uso de recursos y la imposibilidad de seguir consumiendo -de todo- a crédito al agotarse la capacidad de endeudamiento.
Por otro lado, los gastos de la seguridad social, fundamentalmente pensiones, prestaciones por desempleo y subsidios varios tienden, de forma natural, al alza: mejor medicina, mejor alimentación y mejores cuidados han hecho que la ciudadanía viva más, es decir, que perciba durante más años unas pensiones que se han ido revalorizando cada año. Por un lado, para que el consumo aumentase: el de jubilados que antes de que las pensiones existiesen vivían en la más absoluta necesidad; pero por otro, porque los jubilados, en todos los países, era un muy importante y creciente granero de votos y había que cuidarlos.
Además, en una atmósfera de ingresos a la baja y de gastos al alza, implantar gravámenes para compensar la caída de ingresos es inimaginable: serían mayores costes para empresas y particulares con un retorno lejano e imposible de cuantificar.
Las opciones eran: o eliminar las pensiones de reparto (el sistema que tenemos en Europa) y pasar a un sistema de capitalización (el de Chile, por ejemplo, donde las pérdidas de poder adquisitivo pueden ser clamorosas), fijar una fecha de fallecimiento a las pensiones y a partir de ese supuesto montar algo, o reformarlas. Se ha escogido el tercero porque es el que menos compromete: se ‘reforma’ el sistema para mantenerlo: ‘Mire: Ud. no va a percibir X euros al mes porque no se ingresa suficiente para pagárselos, se le va a dar (X – n), o eso, o nada’. ‘n’ será cada vez más creciente y ‘X’ tenderá a la baja. Y como cada vez importa menos lo que se vote porque los Gobiernos hacen lo que hay que hacer …
No se quiere romper la baraja porque ahora no está de moda discutir: ‘¡Claro que va a seguir habiendo pensiones!. Se reforman para garantizar su pervivencia’. Perverso. Dígase: ‘Los ingresos tienden a la baja, ¿se quiere seguir teniendo pensiones?, ¿si?, pues sus importes han de bajar’. ¿Por qué no se dice así?. Y encima se meten en la ecuación cosas como ‘Si mejoran las expectativas económicas …’.
Y lo más chungo: a pesar de los recortes en sanidad, en pensiones, en dependencia, … se sigue manteniendo que la esperanza de vida va a continuar aumentando. ¡Por favor!, en pura lógica la esperanza de vida va a caer, y mucho, lo que, mira por donde, beneficiará la economía de las pensiones.
¿Qué vida le quedan a las pensiones?, pienso que no mucha. Pienso que quedarán convertidas en un subsidio mínimo y, a partir de ahí, que cada cual se espabile: que cada cual aguante su vela. ¿Tremendo?. Este modelo de protección social que hemos vivido ha sido una bengala en la Historia, ahora se está apagando. Con las pensiones, como en todo, ha pasado como en Españistán: se raptó a la señora de la lejía para que nos trajera al pasado el PIB del futuro y nos lo comimos, así durante décadas, y ya hemos llegado a aquel futuro. No es una crítica: tenía que ser así porque no podía ser de otra manera: en cada momento de la Historia se hace lo que se hace porque no se puede hacer otra cosa.
Ahora toca, para la superinmensa mayoría, ir a peor, ser pobres, dejar de soñar que se podía tener la Luna porque se había creído que se podía tener a quienes dijeron que era posible tenerla.
En las pensiones también. (Y eso no tiene nada que ver con que en España existan pensiones de miseria que vayan, también, a perder poder adquisitivo).
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.– Lacartadelabolsa