Niño Becerra: Lo que nos espera
Como sabrán Uds. la última semana de Octubre tuvieron lugar en Berlín una serie de reuniones sobre el tema recogido en el título de estas líneas organizadas por el Instituto de Gobernanza Nicolas Berggruen. No, no me invitaron a asistir, si lo hubieran hecho hubiese dicho lo que ahora leerán con la posible ventaja de que, como no fui, no tengo límite alguno de posible confidencialidad o de reserva de autoría, por lo que puedo contárselo tal cual.
Europa después de la crisis. Mmmmmmm. Eso supone asumir que ya se ha salido de la crisis, que el planeta entero ha salido de la crisis: recuerden: esta es una crisis postglobal, y para salir de ella hay que utilizar otro modo hacer las cosas: recuerden: es sistémica. Es decir, para abordar un posible escenario postcrisis hay que haber salido de la crisis y tener en marcha un nuevo modelo económico. Veamos.
Salir de la crisis todo el planeta: que todo el globo haya superado las limitaciones y disrupciones que han llevado a la crisis. Imposible porque no todas las compañías, no todas las áreas económicas, cuentan con los medios para mejorar su eficiencia lo que será necesario; ni todas las compañías ni todas las áreas económicas serán necesarias en ese nuevo escenario.
Nueva forma de hacer las cosas: un nuevo modelo económico y social expandido a todo el mundo. No lo veo, por lo anteriormente dicho y porque un modelo de funcionamiento, de direccionalidad única es lo que hasta ahora hemos tenido: así ha sido nuestro modelo y ya ven como ha acabado, por lo que, pienso, sí que el modelo será único pero de geometría variable, de perfil quebrado, y de multivelocidad o de plurivelocidad, como prefieran.
Es decir, asumiendo que la actual crisis sistémica tenga una duración semejante a anteriores crisis sistémicas que en el planeta han habido, entre el 2020 y el 2023 el planeta habrá salido de esta crisis -no sólo Europa- y ese planeta estará funcionando con un nuevo modelo fraccionado y fraccionador. ¿Qué puede esperarse de una Europa así?.
Pienso que algo radicalmente diferente a lo que ahora vemos si nos asomamos a la ventana. Pienso en una Europa en la que clusters y sus zonas de influencia configuren unos ejes de colaboración y unas redes de coordinación, una retícula en la que la estructura jurídica de los Estados se haya diluido -o se vaya diluyendo- y donde las grandes corporaciones hayan reemplazado a esos Estados en el desempeño de gran número de funciones.
Lo que hoy entendemos como política monetaria, fiscal, social, sanitaria, educativa, …, pienso que se hallarán coordinadas y administrados sus recursos de forma eficiente en un entorno en el que la escasez será la norma y no la abundancia como hasta ahora lo ha sido.
Pienso que ‘la vida’ estará más regulada, mucho más. Y que si vivir bien se asimila a cambiarse de Lexus cada año, se vivirá peor de lo que se ha vivido.
El desempleo estructural será elevado porque menos factor trabajo será necesario, y el empleo de factores productivos y de recursos en general será menor porque la mayor productividad reducirá el consumo de recursos; y la escasez hará aumentar el ahorro de tales recursos.
Una Europa post crisis bastante diferente a la hasta ahora vivida, si, y en la que la clase media mengüe día a día y donde el empobrecimiento mayoritario sea la norma, calificado de ‘decrecimiento inteligente o programado’, o no. Y donde la gente calle y aguante porque las revoluciones ya no estarán de moda y porque, por seguridad, se va a saber hasta la hora a la que vamos al lavabo.
O sea que no, que aunque lo lógico pudiera ser la reedición de París 1870, eso no va a suceder porque no va a tocar.
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En línea con lo anterior está lo que se está filtrando sobre lo que exige ‘Bruselas’ a cambio de las ‘ayudas’ a la banca española. Quitemos las comillas. Mientras España fue bien y Europa mejor nadie habló de un tema del que ahora, aunque de otro modo, empieza a hablarse: el exceso de capacidad.
Cuando el objetivo era hacer negocio, mucho, ni sobraban Bancos, ni Cajas, ni Oficinas, ni nada que contribuyese a hacer negocio; pero ahora que cada vez hay menos negocio -rentable- que hacer y muchos son los candidatos a hacerlo, hay que reducir el número de quienes pueden hacerlo, y la vía es obvia: quienes ‘no estén bien’ (¿o habría que decir quienes están menos mal?); teniendo en cuenta que ya está asumido que ninguno de esos quienes tienen que quebrar.
En España, y en más sitios, se va a ayudar a la banca, con el excedente de bits financiaros que hay pululando por ahí, y el resultado será la eliminación de posible competencia por parte de los ayudadores, al tener que reducir su volumen, su tamaño, su horizonte geográfico de negocio, sus posibilidades, … Recuerden: una deuda no significa nada mientras no se exija su devolución o se dude de la capacidad para devolverla.
Reducir el exceso de capacidad, OK, pero pienso que será más que eso: la laminación de las posibilidades de un sistema bancario; algo que va bastante más allá de un simple saneamiento.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull. La carta de la bolsa