En relación con los textos que Uds. Leyeron aquí los días 3 y 4 de los corrientes, recibí uno de esos mails que te dejan clavado, no porque su temática se desconozca, sino por leerlo en un estilo tan cotidiano.

“(…) Pero yo no hablaba de superpensiones, por ejemplo, mi madre cobra la viudedad (no llega a 600 euros), pero ella es quien mantiene la casa (con la aportación de mi hermana y mía, a veces)… es el sostén de la economía familiar.

Claro que tendrán que mantener la prestación de 400 euros y plantear qué se hace con toda la gente que ha sido educada para un mundo que ya no existe y que tendrán que saber vivir en otro..”

Lo primero, lo expuesto en el primer párrafo está siendo abordado cada día, no con la profusión con que se debería debido a la gravedad de la problemática (entre otras razones porque es un tema feo y porque no tiene solución), pero es un tema del que se habla y del que más se hablará debido a lo dicho: a que no tiene solución.

A medida que se vaya profundizando en la crisis la recaudación decrecerá y aunque a finales del 2014 pueda principiar muy, muy suavemente la recuperación, ya lo hará con los prolegómenos del nuevo modelo, y una de las consecuencias será la insuficiencia de fondos para atender las pensiones con su actual estructura, insuficiencia que el fondo de reserva podrá compensar cada vez en una menor parte.

Obviamente el autor del mail que recibí tiene razón: una pensión de subsistencia, una pensión mínima, algún tipo de subsidio con el nombre que sea deberá ponerse en marcha de forma continuada para hacer frente al creciente excedente de población activa que se irá produciendo y al creciente número de ‘jubilados / pensionistas’ con un menor poder adquisitivo.

Pero de lo que no se habla absolutamente-nada-en-absoluto, es de la gran cantidad de jóvenes educados para un mundo de abundancia que tendrán que sobrevivir en un mundo de escasez.

Es decir, este crisis es la primera en la que las expectativas para su después no son las de volver a una situación mejor a la existente antes de que esta crisis comenzase; dicho de otro modo: a la enorme problemática puramente económica se une una no menor relacionada con la psicología: el imprescindible cambio de chip que tendrá que hacerse para adaptarse a, para vivir en, un mundo de escasez que ha seguido a un mundo de hiperabundancia, todo lo ficticia que quieran, pero abundancia al fin y al cabo.

Pienso que debería empezarse a hablar, de verdad, de ello.

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull. La carta de la bolsa