De un artículo muy, muy interesante publicado por El País  que aborda las proyecciones demográficas entre el 2012 y el 2052 recientemente publicadas por el INE.

Su tesis es clara y la resume perfectamente en una frase:España se dirige hacia un ‘Invierno demográfico’ fruto de un cocktail mortal: emigración, menos inmigración y descenso de la tasa de natalidad, todo ello en una medida que no podrá ser compensado por aumentos poblacionales que puedan producirse.

El texto viene acompañado de una serie de gráficos muy clarificadores. La lectura detenida del mismo me ha sugerido las siguientes reflexiones:

– Siempre, pero nunca como en las dos décadas pasadas, ‘Economía’ y ‘Demografía’ han estado más vinculadas. Cierto: cada vez menos personas son precisas para generar una unidad de PIB desde la oferta, pero cada vez más lo son para generarlas desde la demanda. ¿Incongruencia?, no: crédito. Las mermas en la renta real o crecimientos ridículos de la misma más que se compensaron concediendo graciosamente a las unidades económicas de consumo y de producción, y tanto públicas como privadas, una capacidad ilimitada de endeudamiento.

– La fotografía que muestra hoy la población no-pasiva española (no sólo), es la de una necesidad decreciente del factor trabajo que se traduce en un aumento imparable del desempleo, del subempleo y del paro encubierto; un retroceso de los ingresos públicos por la menor actividad económica lo que hace que cada ciudadana/o, pueda pagar menos / sea capaz de pagar menos contribuciones fiscales; un aumento de la necesidad de más gasto público vía prestaciones por desempleo y subsidios.

– Paralelamente, el acceso a las commodities es cada vez más difícil por lo que su precio será crecientemente más elevado y/o su disponibilidad más incierta, lo que encarecerá todo aquello en cuyo proceso productivo interviene: todo, lo que llevará a que las cantidades de los bienes que con ellas son producidas sean menores y se centren, sobre todo, en los bienes necesarios.

– Es decir, el escenario futuro -próximo- productivo es un contexto en el que, por imperiosa necesidad, primará la búsqueda de la eficiencia, lo que potenciará la productividad. En ese escenario es asumible una caída continuada de la demanda de factor trabajo lo que supondrá, o bien el derrumbe de la población activa o bien el aumento exponencial del desempleo estructural, dándose, en ambos casos, caídas muy significativas en las rentas medias.

– A la vez, el modelo de protección social retrocederá al experimentar los ingresos públicos significativas reducciones, lo que implicará disminuciones en la esperanza de vida; a ello contribuirá las caídas que experimentará la renta media. Un ejemplo empírico de ello lo tenemos en la desaparición de la URSS y en el derrumbe de su modelo de protección social. Es decir, pienso que la esperanza de vida, lejos de aumentar disminuirá lo que, por el lado del gasto público, supondrá un alivio para unos ingresos fiscales decrecientes.

– Esta reducción en la necesidad de población activa no será lineal; de hecho será mayor en el segmento de menor generación de valor y menor remuneración; y mayor en aquellos que más fácilmente sean autimatizables y robotizables. La ventaja demográfica de esta tendencia reside en que, en estos casos, un mayor envejecimiento relativo es menos importante.

– Las previsiones del INE alcanzan hasta el 2051, una época que en los procesos de cambio en los que el planeta se halla inmerso, suena a futuro remoto. ¿Cabe pensar que dentro de 40 años las estructuras políticas, jurídicas y administrativas que actualmente conocemos y en la forma que conocemos pervivirán?, pienso que no. En consecuencia, y en base a todo lo anterior, ¿cómo puede afectar estos cambios a ‘lo demográfico’ y esto a aquello?.

Cabrían más reflexiones. Vayan apuntándolas.

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull. La carta de la bolsa