Los casos como el de Venezuela no abundan, casi es el único en su género.

Antes de Chávez -antes de las elecciones que dieron la presidencia de la república a Hugo Chávez- el pueblo, lo que se entiende por ‘el pueblo’ vivía peor de lo que el pueblo vivió después.

Hasta los enemigos del fallecido presidente de Venezuela admiten que el estándar de vida del pueblo mejoró durante los primeros años de la presidencia del comandante.

La razón radicó en que Chávez y su Gobierno empezaron a hacer cosas que beneficiaban directa y únicamente al pueblo, cosas que Gobiernos anteriores no hicieron (el porqué no las hicieron ahora da igual).

Eran cosas cuyo coste, una a una, era asumible para la economía venezolana, pero imposible de mantener para una economía prácticamente de monoproducto como la venezolana, una economía supermayoritariamente basada en un bien escaso, pero de precio volátil.

El caso es que los ingresos que el Estado venezolano fue obteniendo cada vez daban menos para atender esas cosas que el pueblo de Venezuela precisaba para continuar viviendo mejor de lo que vivía antes de que Hugo Chávez fuera elegido.

Y pasó lo que era obvio que tenía que pasar teniendo en cuenta que a cada día que transcurría el país precisaba importar más de esas cosas: el déficit exterior fue creciendo y la inflación disparándose. A esto hay que añadir un proceso de degradación política: un conflicto entre el pueblo y el no-pueblo que ha ido corroyendo el modelo social venezolano. Corroyendo.

Y aquí estamos hoy: en un escenario político, económico y social corroído.

El corolario de esta historia es simple:

Dejando a un lado colores políticos y eslóganes partidistas, ¿está, en un momento dado, condenado un pueblo a vivir de una determinada manera y ninguna fuerza hay en el mundo capaz de revertir esa situación?.

Antes de Chávez el pueblo venezolano vivía mucho peor que tras su elección, pero la mejora de esa forma de vida ha derivado en una situación no sostenible porque insostenible es esa nueva forma de vida mejor. ¿Es así?.

Ojo con lo que responden porque una respuesta u otra tiene hondas repercusiones. En Venezuela, claro, pero no sólo.

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull. Lacartadelabolsa