Vamos al grano: ya somos adultos: lo-de-Chipre, ¿sería posible que sucediese en España?. Si, rotunda y definitivamente. Negarlo es absurdo.

Sea en forma de deuda pública o en forma de un ‘impuesto’ como ese, el pueblo siempre acaba pagando porque aunque sea proporcional a los saldos o a los ingresos, los porcentajes de lo que sea siempre afectan más, proporcionalmente a las rentas bajas, que son las que percibe el pueblo. Lo que sucede es que un impuesto de ese tipo es una intervención sin anestesia: de golpe, sin avisar y con nocturnidad. Y tiene otra característica: iría en la línea de que ‘cada palo que aguante su vela’, al menos, en parte.

Lo más curioso de todo es que se está dando vueltas al hecho, a las consecuencias, al impacto que en los bolsillos de los chipriotas tendrá la medida, pero hay algo que no se aborda: vale, se ha rescatado a la banca chipriota, a la economía de Chipre, pero, en las actuales circunstancias, ¿es viable Chipre como país?.

La economía de Chipre depende de Grecia o de Turquía, según la parte de la que hablemos (donde se ha realizado este invento del ‘impuesto’ ha sido en la parte griega), del turismo (el 70% del PIB lo generan los servicios), de la construcción (hasta el estallido griego) del 2010, y de los depósitos bancarios  foráneos (una cantidad equivalente a más de tres veces el PIB). Tras esta operación de salvamento, ¿qué va a pasar con la Economía de Chipre?.

Esa es la otra cara de los rescates: lo que viene después: Irlanda es un caso especial porque hay poderosos intereses en que el país no colapse (al margen de todo pregunten a un irlandés de a pie como van ahora las cosas, sobre todo si no reside en un núcleo urbano de cierto calado); pero observen como está evolucionando la economía de Grecia, la de Portugal: no crecen porque no disponen instrumentos de crecimiento, porque no tienen posibilidades de generación de PIB. ¿Qué le va a pasar ahora a Chipre?.

Bien, veamos España. En España con cada punto de impuesto de esas características se pueden obtener, más o menos, 1,2 mM€. Hagan números; además, un impuesto de ese tipo es como pescar en un barril: no hay quien se escape (en teoría, al menos). Además puede venderse como un impuesto patriótico: ¿no hay ya ‘deuda patriótica’?. Y tiene la ventaja de que si se aplica en un país lo lógico es pensar que no volverá a aplicarse en ese país. Lo que sucede es que una medida de ese tipo equivale a un misil de crucero contra la confianza, y ya saben lo que sucede con la confianza: se confía en alguien o no se confía, pero si la confianza se rompe no hay pegamento que puede repararla.

Para mucha gente los bancos han sido unos cabrones que les han engañado, pero cada uno a su manera admite que sí: que los bancos no pueden quebrar porque eso supondría el caos del sistema (no del modelo). Pero una cosa es que se salven a base de una cosa llamada deuda pública cuyos intereses se van pagando con el presupuesto y que se refinancia cuando vence (aunque esos intereses supongan menos pasta para sanidad o educación y esa refinanciación implique pagar más en intereses), y otra cosa muy distinta es que el salvamento se haga metiendo una mano en el bolsillo de la gente y sacándole el dinero. Lo primero afecta a la confianza suavemente, sobre todo porque muchas Economías han hecho lo mismo, pero lo segundo es un hachazo en la confianza de la gente, máxime si en la economía en la que eso sucede hay problemas profundos, muy profundos.

Como en la economía chipriota, o en la española.

(Por cierto: ya ven lo que, parece, apunta Rusia: ‘Te vamos a ayudar, Chipre, pero has de dar nombres de los rusos que tienen ahí pasta’. Adiós paraísos fiscales, adiós).

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull. Lacartadelabolsa