Me lo comentaron ayer: precio de un billete de ferrocarril entre Madrid y Cartagena: 3X euros (no recuerdo el pico y nada me dijeron ni sobre el día ni la hora a que correspondía). Pero lo cierto es que posible realizar ese trayecto por menos.

La persona que me lo comentó viaja con una cierta frecuencia entre ambas ciudades, y 3X euros por muchas veces es bastante teniendo en cuenta que esa persona no tiene una remuneración anual de siete cifras.

A esa persona alguien le dijo que había unos sitios en Internet en los que gentes que tenían que ir a una ciudad determinada ofrecían compartir vehículo. Y quien me lo comentaba, cansada ya de subidas de precios de todo, de bajadas de salarios reales, de ir siempre justa para acabar el mes decidió probarlo.

Entró en uno de esos sitios y vio que el día que le interesaba desplazarse alguien ofrecía cuatro plazas en un vehículo de cinco. Todo estaba descrito: recogía a quien se apuntase en un lugar determinado de Madrid y sólo en uno. Quien aceptaba la oferta sólo podía llevar una maleta o bolsa de unas dimensiones determinadas y en el habitáculo del vehículo, sobre sus piernas, un bolso o neceser. El ofertante decía que no le gustaba estar todo el viaje de charla; y decía que dejaría al grupo en un lugar determinado de Cartagena y sólo en aquel. Precio del trayecto: 15 euros.

La persona que me lo contaba no tenía demasiado claro realizar un viaje de tal duración con cuatro desconocidos, pero se dijo que en un tren sucedía lo mismo, y, encima costaba mas del doble. Contacto con el propietario de vehículo, realizó el viaje, llegó a Cartagena, y todos contentos.

Cosas como estas van a ir a más, a muchísimo más. Llámenlo compartir, economía de trueque, intercambio, … En el fondo estamos hablando de lo mismo: circulación económica en un escenario de disponibilidad monetaria escasa y de rentas disponibles a la baja. La economía no se detiene, pero el PIB decrece debido a que el dinero circula menos o, en algunos casos, puede que no haya circulación alguna de dinero.

Puede ser el caso del ejemplo; o intercambiar el barnizar un mueble por una tarta de cumpleaños; o ir a una gran superficie varias personas para aprovechar ofertas o para adquirir grandes cantidades de algo que sale mucho más barato que comprándolo en lotes reducidos; o realizar un trayecto diario de forma continuada; o enseñar a hacer punto de media a cambio de enseñar cocina casera; o adquirir conjuntamente un electrodoméstico, o un vehículo, o un ordenador, para compartirlo entre todos los adquirientes; o comprar ropa de temporada entre cuatro chicas que comparten piso a fin de compartirla.

Las posibilidades y combinaciones son casi infinitas, pero todas tienen el mismo objetivo: gastar en función del uso: una variante simple del pago por acceso al uso, gastando en función del uso que se va a dar de lo que ‘se adquiere’.

Y otro efecto tiene tal proceder: aumenta la productividad de cada unidad de tiempo de la vida de ese bien (lo que abre la puerta de demandas en cascada contra fabricantes en el caso de que sea cierto eso de lo que hace tiempo se está hablando: la obsolescencia programada).

Esa nueva forma de proceder implica cambios de visión y de comportamiento; supone un aumento de la socialización, y tiene consecuencias hoy difíciles de prever. De entrada: se está acostumbrado a la propiedad personal: ‘mi coche que uso cuando quiero y como quiero’, es decir, una subutilización que va a ir a menos a medida que este compartir prospere.  Además implica una ‘colectivización’ de bienes y servicios desvinculada de lo público: hasta ahora el transporte colectivo era público o realizado por empresas privadas que disfrutaban de una concesión y siempre con mentalidad de realizar un servicio público. Ya no. Alguien puede acordar compartir un vehículo o un bien con otra u otras personas; puede que sea cuando a esa persona le convenga, pero también puede que adquiera un compromiso que incluya algún día que a esa persona pudiera no interesarle.

Pero tales procederes implican que intercambios que hoy son PIB dejarán de serlo (a no ser que se modifique la definición de PIB), y recaudaciones de contribuciones fiscales que hoy existen dejarán de existir. Incluso, en su perspectiva más negativa, puede implicar un aumento de la economía informal.

Lo que es indiscutible es que esta fórmula va a más porque la capacidad de consumo va a menos. ¿Es señal de que la población, en términos medios se está empobreciendo?. Desde la óptica de una economía monetaria sustentada en la deuda si, sin lugar a dudas.

En resumen: piensen en una comunidad Amish en la que todos van a contribuir a una tarea que alguien tiene que realizar y que, luego, la ayuda es devuelta del mismo modo. Pienso que, salvando todas las distancias que quieran, es una imagen bastante clara de hacia donde vamos. (Lo que no pienso que suceda es que volvamos a ir vestidos con moda del siglo XVII).

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull. La carta de la bolsa