Todo el planeta en mayor o menor grado pero España, en particular, tiene dos problemas: 1) debe una cantidad total que no puede pagar porque 2) no crece lo suficiente.

Además no puede crecer lo que debería para poder pagar porque el modelo económico del planeta, y en particular el submodelo de España, está agotado.

Pero como lo que se debe se tiene que pagar (a menos que los acreedores digan lo contrario), España ha de imponer una caterva de recortes en su gasto público a fin de, a) de lo que ingresa, reservar -para el pago de los intereses de lo que debe- la cantidad que por tan concepto tenga que abonar, y b) dejar claro que no tienen ninguna intención de no pagar y que está dispuesta a hacer lo que haga falta para hacerlo.

Y los Gobiernos central, regionales y locales van implementando los recortes de gasto, disminuyendo o anulando partidas según una lógica, que debe suponerse correcta, adecuada y consecuente.

El problema es doble: por un lado, y en los bienes públicos, si no se escoge de forma absolutamente correcta a qué y a quienes afectan tales recortes se están creando ineficiencias al gastar menos en partidas que producirían un mayor crecimiento en el futuro; por otro, al dar un proporcionalmente mayor protagonismos a lo privado, tal vez se lleguen a desperdiciar unos recursos escasos al decidir en qué y en quien gasta el propietario de tales recursos no decidiendo de forma eficiente sino movido por otros parámetros: personales, familiares, afectivos, …

En abundancia, aunque sea supuesta, es fácil decidir; lo realmente complicado es decidir lo conveniente en escasez.

Con un agravante: la eficiencia no distingue entre privado y público.

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull. La carta de la bolsa