Le comenté a una amiga que sabía había estado en el Berlín Oriental retazos de mi viaje. Estuvo ‘al otro lado’ en 1987, y entró por el Checkpoint Charlie. Para cruzar, al margen de un análisis exhaustivo del pasaporte y de recorrer andando una distancia por tierra de nadie, era obligatorio cambiar una cantidad de dinero por marcos de la DDR, marcos que no tenían ningún valor en la parte occidental y con los que, por ejemplo, podías tomarte un café y degustar un pastel en la terraza de un café de la Alexander Platz sentado en una mesa vestida con mantel de tela y servilletas, también de tela, perfectamente planchada.

Lo anterior venía a cuento por el tipo de cambio que fue aplicado al marco de la DDR tras la reunificación, un cambio irreal, totalmente político, de uno-a-uno, que tuvo una consecuencia sobre la que, pienso ahora, en su momento se pasó de puntillas: el negocio que supuso para los grandes tenedores en marcos buenos o entidades con capacidad de endeudamiento en tales marcos.

El tema, recordarán, fue vendido como una cuestión de orgullo nacional y como una cuestión de compasión con el vencido: si se hubiese aplicado el tipo que muchos expertos sugirieron de 2,5 a 1, las ciudadanía de la DDR hubiese sufrido un menoscabo de su poder adquisitivo y un golpe en su autoestima, pero, ¿qué cantidad de marcos orientales tenía la ciudadanía en sus bolsillos?.

Alemania trasladó al resto de Europa el mayor coste que supuso aceptar un exceso de oferta monetaria vía aumento de los tipos de interés al obligar a los países europeos a subirlos debido a que en el momento ya era Alemania la principal potencia económica europea; si a eso añadimos las ayudas, créditos y demás que el aún Gobierno de Bonn aprobó para financiar compras e inversiones en la zona oriental de Alemania (y que el pueblo de la parte occidental lleva desde entonces pagando con una contribución fiscal especial), el resultado es que en términos macroeconómicos la reunificación, en su momento, no le salió a Alemania (al poder económico alemán) excesivamente cara.

Bien. Vayamos al presente. Salvando todas las distancias que haya que salvar y exclusivamente a modo de ejemplo, la actual DDR podrían ser los PIIGS, y hoy más en concreto, Grecia. (El equivalente político de la reunificación sería la no expulsión de Grecia de la zona euro).

Piénsenlo: es un auténtico negocio que Grecia se quede en el área euro, para todos sus miembros, pero sobre todo para Alemania: el ‘euro griego’ tienen un valor sensiblemente inferior al ‘euro alemán’, pero superior al que tendría el dracma. Una vuelta de Grecia a su antigua moneda supondría la constatación de que jamás Grecia podría pagar lo que le debe a la banca alemana (a ninguna, claro) porque jamás Grecia, con su comercio de bajo valor y su turismo barato, podría conseguir los euros precisos para pagar esa deuda, y algo semejante sucedería si adoptase Grecia un euro G.

Para Alemania es un negocio que Grecia permanezca en el euro, que permanezcan todos los PIIGS, para Alemania y para todas las economías cuyos euros son aceptados  sin problemas por el resto del mundo a través de la compra de sus deudas a precios sensibilísimamente inferiores a los que los PIIGS tienen que pagar para que sus deudas sean aceptadas. La mayor parte del coste lo pagan los ciudadanos de los PIIGS, pero también los que tienen los euros buenos: los fondos que se gastan en rescatar a los bancos alemanes, holandeses, etc. ¡huy, perdón!, a los países necesitados, no se gastan en otra cosa y/o supone que su presión fiscal tenga que ser más elevada de lo que podría no ser.

La otra cara del asunto sería la superrevaluación que el new marco sufriría si el euro se rompiese o la revaluación que comportaría en el new euro la salida de los PIIGS de la UEM.

Es decir, se mire como se mire, para los acreedores es un auténtico negocio que la zona euro permanezca entera y que nadie sea expulsado de la misma, otra cosa es como tenga que permanecer unida el área euro: interviniendo hasta donde haga falta a los PIIGS, exigiendo que pidan permiso hasta para respirar, y dándoles algunas cosas para que no molesten demasiado; eso permitirá hacer y deshacer a quienes tienen los contratos de deuda.

En los PIIGS, … bueno. Para seguir con el ejemplo, pienso que ni Grecia se va a ir ni la van a echar, pero tal vez suceda dentro de unos años lo que unos años después de la reunificación sucedió en los länder de la antigua Alemania Oriental: que no pocos ciudadanos se preguntaron qué habían realmente ganado con la reunificación.

 

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull. La carta de la bolsa